Comió en un restaurante de Coyoacán, y pidió apoyos. Deslizó que la dirigencia del PAN podría quedar en manos de Jorge Romero, su aliado en CDMX. Las dudas.
Marko Cortés se reunió anoche con parte de su equipo más cercano en un reconocido restaurante de comida mexicana de Coyoacán. Allí, entre taco y taco, avisó a su gente que la tragedia de la Línea 12 podría modificar su ruta de acción porque -está convencido- la pelea del 2024 ahora será muy distinta.
El razonamiento de Marko tiene alguna lógica: en el oficialismo todavía no queda claro quién pagará el enorme costo político de semejante incidente. Claudia Sheinbaum es la actual jefa de Gobierno, pero su competidor directo Marcelo Ebrard fue quien construyó la “línea dorada”, que desde entonces es una suerte de fantasma político que lo llevó incluso al exilio.
¿Habrá forma de conciliar esa disputa sin que haya una guerra fratricida? Esa es una de las hipótesis con las que Cortés Mendoza sueña: una interna descarnada en la 4T que vaya abriéndole paso a las posibilidades de la oposición. Una suerte de short selling político: apostar por las debilidades ajenas, más que por las fortalezas propias.
“Ahora el candidato de una alianza opositora sí tendrá chances de pelear en 2024”, concluyó en la sucursal del Bajío, y pidió a su gente que comenzara a valorar los pasos a seguir para ponerse en la carrera. Es un giro de 180 grados, porque Cortés hasta ahora sólo apuntaba a la reelección en la dirigencia del PAN.
Otro dato que Marko puso sobre la mesa es la posible detención de Francisco Cabeza de Vaca, uno de los que soñaba con pelear la candidatura panista. “Está acorralado”, fue su conclusión, y varios de los presentes coincidieron con esta lectura. En efecto, el gobernador de Tamaulipas ya sólo aparece en videollamadas y en fotos, pero nunca en público, por temor a su captura. Audomaro le sigue los pasos.
Pero no todo es optimismo. Marko no tiene el camino allanado. Por un lado, su imagen pública es muy pobre, ni siquiera es competitivo en Michoacán, su tierra natal, donde maneja el padrón de su partido. Mucho menos figura en las preferencias nacionales.
Dos aspectos más que le preocupan. Por un lado, la ruptura inmediata que debería afrontar con Ricardo Anaya, el otro pupilo de Santiago Creel que ya avisó que irá por la candidatura del 2024. Dicho de otro modo, en su partido también podría abrirse una guerra abierta, como la que avizora en la 4T.
Un último tema se dialogó en esa mesa: ¿quién debería entonces ir por la dirigencia del PAN, en caso de que Marko se convenza de pelear la candidatura presidencial? La respuesta fue concluyente: su máximo aliado, Jorge Romero, sería el indicado. ¿El cachorro chilango aceptaría la propuesta para construir a un nuevo candidato presidencial?