Ayyy el agua (La crisis en #Puebla)

Por: Admin

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Luis Ontañón León, en el bartlismo, y de Eduardo Macip Zúñiga, en el marinismo fueron los artífices de muchas de las irregularidades en el organismo que finalmente sirvieron de pretexto para que alguien más ambicioso metiera las manos para disque rescatar el agua.

Adriana Colchado

@Tamalito_rosa

 

 

¡Ay, el agua! Ese elemento tan esencial para la vida que debería fluir sin preocupaciones por nuestros grifos. Sin embargo, en Puebla, parece que obtener agua es casi tan complicado como subirse al metrobús. Y no es porque vivamos en un desierto – aunque a veces así lo parezca – sino porque la gestión de este recurso se ha enredado en una maraña de corrupción, burocracia y mala administración que haría sonrojar a cualquier Tamargo.

Resulta que, aunque el agua es un derecho humano y debería ser gestionada por los municipios, en Puebla esto se complicó un poquito. En 1984, cuando algunos de nosotros ni siquiera estábamos en los planes de nuestros padres, se creó el Sistema Operador de Agua Potable y Alcantarillado (el famoso Soapap) para que el gobierno del estado se hiciera cargo de este servicio ante la incapacidad del ayuntamiento de Puebla. Y así fue durante 29 largos años que funcionó como caja chica y caja grande de los gobiernos en turno, y hasta como la más eficiente estructura electoral que sirvió al régimen priísta.

Luis Ontañón León, en el bartlismo, y de Eduardo Macip Zúñiga, en el marinismo fueron los artífices de muchas de las irregularidades en el organismo que finalmente sirvieron de pretexto para que alguien más ambicioso metiera las manos para disque rescatar el agua.

En 2013, nuestro difunto exgobernador Rafael Moreno Valle decidió que ya era hora de pasar la batuta a manos privadas y concesionó el servicio a la empresa Agua de Puebla para Todos. Y como en toda buena historia de corrupción, este contrato vino con una serie de cláusulas que, si bien no imposibilitan la recesión del acuerdo, la hacen tan complicada y costosa que parece que solo un milagro nos podría salvar de esta situación.

El contrato estipula que si queremos rescatar la concesión, debemos pagar la módica suma de tres mil 500 millones de pesos por los “flujos de efectivo” hasta el 2043, más otros dos mil 500 millones de pesos por las inversiones realizadas por la empresa. Sumando todo, hablamos de unos seis mil millones de pesos. ¡Nada mal para un contrato que ni siquiera pasó por el congreso!

Hoy las familias poblanas sufren porque el agua cae una vez cada dos semanas. Para combatir esta escasez, deben estar preparados con sus cubetas para recolectar lo mayor posible de este líquido vital; o ya de plano hacer la coperacha para comprar una pipa, que debido a su alta demanda, ha aumentado su precio significativamente, ahora ronda entre los 500 y mil pesos. Este gasto, por supuesto, desestabiliza la economía de las familias.

Desde nuestro otro difunto gober Miguel Barbosa se prometió revisar este contrato con lupa para buscar la manera de dar marcha atrás a esta concesión millonaria; sin embargo, los planes se vieron, por así decirlo, pausados. Ahora, en estos tiempos electorales, el agua es el tema del momento; está en la agenda de todos, de los guindas, de los azules, de los rojos, de los verdes y no por nada, es el negocio que todos quieren tener. Hoy más que nunca se está evidenciando la ineficacia e incapacidad de la empresa Agua de Puebla para Todos, por una obvia razón: van a bajarles el negocio por no cumplir con el contrato.

Podríamos cantar victoria, pero no. No hay que preguntarnos, cuándo, cómo ni cuánto costará tirar este contrato; la pregunta importante es quién se va a quedar con el negocio… ¿Regresará a manos de los municipios? ¿Del estado? ¿O de otro particular? Porque al final del día, en este drama del agua, todos somos protagonistas.