Los mexicanos arrancamos el 2024 con todos los temores políticos y económicos a cuestas. Los próximos doce meses presagian nubarrones más negros de los que tradicionalmente suelen darse al final de cada sexenio
POR RAMÓN ALBERTO GARZA – CÓDIGO MAGENTA
Los mexicanos arrancamos el 2024 con todos los temores políticos y económicos a cuestas. Los próximos doce meses presagian nubarrones más negros de los que tradicionalmente suelen darse al final de cada sexenio.
Los motivos son muy claros: el gobierno de la Cuarta Transformación es una gran mentira que está dispuesta a poner en riesgo la aparentemente sana economía, en aras de preservar por seis años más las llaves de Palacio Nacional. Y lo peor es que esa mentira ya no se puede esconder. Por eso vendrán las tentaciones de fabricar realidades a la medida. El sello del sexenio.
En lo económico, todo mundo aplaude las cifras macroeconómicas. El presidente Andrés Manuel López Obrador no se cansa de decir que será un cierre mejor que cualquiera de los que se dio con los gobiernos neoliberales del PRIAN. Y en parte tiene razón: baja inflación, hasta ahora un déficit fiscal bajo control, empleo creciente, comercio exterior rebosante, el nearshoring tocando a la puerta y el dólar, como pocas veces, empujando a la baja. Visto así, estamos ante una bonanza. Los empresarios con sus utilidades le encienden incienso en público a quien critican en privado.
Pero si esa jauja es cierta, ¿por qué Pemex entró en default técnico y suspendió desde hace seis meses todos sus pagos a proveedores nacionales, colocando a cientos de empresas y a decenas de miles de empleos de la industria en peligro?
Si la jauja que nos venden desde la mañanera es cierta, ¿por qué la Secretaría de Hacienda se vio obligada a secar, en los últimos días del 2023, las arcas de Nacional Financiera y de Banobras para poder salir a cumplir con el pago de la deuda externa del segundo semestre y de plano, el gobierno se vio forzado a cerrar la llave al pago generalizado de proveedores de la administración federal por lo menos hasta febrero?
La respuesta es simple: porque el costo de concluir los caprichos presidenciales como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Ángeles -con presupuestos oscuros y desbordados hasta en un 300 por ciento- secaron las arcas nacionales. Y a eso hay que sumarle los desvíos que, aunque se nieguen, se están haciendo para financiar las campañas locales y nacionales de Morena en 2024, incluida la presidencial.
En lo político, el panorama es todavía más preocupante. Con una Claudia Sheinbaum que no termina de apasionar al electorado y una Xóchitl Gálvez que continúa buscando su cuadratura en el espectro político nacional, el desenlace de la elección presidencial no es tan seguro como lo presagian las encuestas a modo, que le dan a la candidata de Morena hasta 25 y 30 puntos de ventaja.
Cuestión de recordar que, en la reciente elección del Estado de México, el presidente López Obrador y sus encuestas presumían que Delfina Gómez arrasaría con una ventaja de 24 puntos. Apenas fueron 8. Y cualquier traspiés de Alfredo del Mazo, Movimiento Ciudadano o el Partido Verde pudo haber revertido el triunfo en favor del Frente.
El inquilino de Palacio Nacional está monitoreando con cautela y preocupación la evolución de Claudia Sheinbaum. Si para fines de febrero su estrella no brilla con la intensidad esperada, el cambio podría ser inevitable.
O si los tiempos están muy apretados, la tentación de crear las condiciones para decretar un estado de excepción que aplace un año la elección presidencial no sería descartable.
¿Cuánto costaría pedirles a los cárteles amigos que dos semanas antes de la elección saqueen los comités estatales de media docena de estados -Guerrero, Michoacán, Veracruz, Sinaloa, Nayarit y Guanajuato- y que a falta de boletas electorales no se pueda ni instalar casillas? ¿Es suficiente para que el INE de Taddei decrete la posposición de los comicios?
Por eso decimos que, el 2024, será para México el Año de las Tentaciones. En lo económico estará la tentación de darle prioridad a la compra del voto en abonos, a través de las revaluadas tarjetas de Bienestar y a desviar los recursos para reforzar las campañas de Morena en todo el territorio nacional. Y en lo político, si la candidata morenista no eleva su libido político se estaría frente a la tentación de un relevo o de sacar del cuadro la legalidad de la elección.
Cualquier tentación les parece mejor que perder el poder que el presidente López Obrador no está dispuesto a que se le escape entre sus dedos.