Olga Sánchez y Sergio Gutiérrez levantan la mano para presidir la Mesa Directiva.

Por: Adriana Colchado

@tamalito_rosa

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Olga Sánchez Cordero y Sergio Gutiérrez Luna buscan suceder a Ifigenia Martínez en San Lázaro.

La muerte de Ifigenia Martínez ha desatado una lucha por el control de la presidencia de la Mesa Directiva. Dos figuras claves dentro de Morena, Olga Sánchez Cordero y Sergio Gutiérrez Luna, ya han mostrado su interés en ocupar el puesto vacante. Gutiérrez Luna, ex presidente de la Cámara y conocido por su cercanía con Ricardo Monreal, ha argumentado que, por reglamento, el vicepresidente debería asumir el cargo. Sin embargo, dejó claro que la decisión final la tomará la Junta de Coordinación Política (Jucopo), encabezada por Monreal.

Por su parte, Olga Sánchez Cordero, exministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y también diputada de Morena, ha manifestado su deseo de asumir la presidencia. Sánchez Cordero sostiene que el acuerdo inicial para este primer año de legislatura era que una mujer presidiera la Cámara, por lo que pide respetar dicho pacto. Incluso mencionó que figuras como Dolores Padierna podrían también estar interesadas en el cargo.

El proceso para elegir al próximo presidente o presidenta de la Mesa Directiva será decidido por votación. La Ley Orgánica del Congreso General establece que el pleno de la Cámara de Diputados deberá convocar a una sesión extraordinaria para votar y así definir quién tomará el relevo de Ifigenia Martínez. Quien sea electo asumirá no solo la responsabilidad de dirigir las sesiones del Congreso, sino también de representar a la Cámara ante otros poderes del Estado.

Ifigenia Martínez, una de las figuras más influyentes y respetadas del país, economista, académica y política, falleció a los 94 años el 5 de octubre de 2024, apenas unos días después de haber presidido la ceremonia de toma de protesta de Claudia Sheinbaum como presidenta de México. Su nombramiento como presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados fue un reconocimiento a su larga trayectoria y un gesto simbólico que vinculaba la lucha de la izquierda mexicana con el histórico triunfo de Sheinbaum.