Durante la campaña, Armenta se dedicó a recorrer las regiones poblanas, ofreciendo un bálsamo a los dolidos de Morena, mostrando una unidad más de fachada que de fondo, pero efectiva para los ojos del mundo. Sin embargo, la jugada ha cambiado. Hoy, el gobernador electo está extendiendo su mano a líderes de otros partidos, en un movimiento destinado a asegurar su posición frente a los poderes fácticos del estado.
Las recientes reuniones de Armenta con figuras de la oposición, como Eduardo Rivera Pérez, ex candidato del PAN, y Nadia Navarro, presidenta del partido local Pacto Social de Integración, Carlos Martínez Amador sobreviviente del PRD y Fernando Morales de MC, son más que simples gestos de buena voluntad. Son señales claras de que Armenta quiere que todos, especialmente en los altos mandos del estado, sepan que quien va a ocupar la silla principal en Casa Aguayo tiene conexiones y buenas relaciones con todos los actores clave. Las decisiones en todos los sectores, se sugiere, no pasarán desapercibidas por su mirada, y quien quiera negociar en Puebla deberá pasar por su oficina.
Este despliegue de acercamientos ha sido acompañado de un discurso de “inclusión política”, una frase que suena bonita en los comunicados de prensa. Pero los poderes fácticos, esos grupos que realmente mueven los hilos en Puebla, están tomando nota de estas jugadas, mientras que la ciudadanía observa con un ojo crítico.
Por eso el reciente encuentro del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, con el alcalde electo Pepe Chedraui, y no con Armenta, ha levantado algunas cejas en el cuarto de guerra de AA, sin embargo la omisión pública no le quita el sueño al gobernador electo.
