El genoma humano, una vasta secuencia de ADN, nos define como especie, pero en ese 0.4% de diferencia radica nuestra singularidad. Heredado de padres y madres, nuestro genoma se asemeja al de ellos, aunque conserva su propia individualidad, incluso en gemelos idénticos. Este 0.4%, más crucial para nuestra identidad que nuestras huellas dactilares, nos distingue y posibilita pruebas de paternidad y resolución de crímenes.
Este pequeño porcentaje variable entre individuos, determina no solo características físicas, sino también predisposiciones a enfermedades como el cáncer hereditario. Las zonas más variables del genoma pueden estar relacionadas con rasgos físicos, hormonas, e incluso el sistema inmunitario, y aún existen áreas cuya función permanece desconocida.
Nuestro genoma, como un manual de instrucciones, dirige el funcionamiento de nuestras células. Cada célula recibe órdenes precisas según su función, similar a las instrucciones específicas para diferentes partes de una máquina. A pesar de su tamaño, el genoma se compacta eficientemente en el diminuto espacio celular.
Esta complejidad genética no solo define nuestra apariencia, sino también nuestra salud y comportamiento. A medida que exploramos las vastas instrucciones de nuestro genoma, descubrimos las maravillas y misterios de la diversidad humana, una combinación única de ADN que nos hace quienes somos.
Vía El País