El multimillonario estadounidense de 52 años se ha hecho con una red social, pequeña pero muy influyente
¿Se podría resumir la vida de Elon Musk, el hombre más rico del planeta Tierra – y, si se cumplen los pronósticos, en un año o dos, el más rico de la Historia – en un tuit? Al fin y al cabo, este multimillonario estadounidense de 52 años y un ego que vuela más alto que los cohetes de una de sus cuatro empresas, SpaceX, y una capacidad para enterrar a sus enemigos más profundamente que los túneles de otra de sus compañías, The Boring Company, ha comprado Twitter, una red social relativamente pequeña pero muy influyente, en la que no se pueden poner mensajes de más de 280 caracteres.
Intentémoslo. El tuit propuesto sería éste:
Ahora, vayamos por partes:
“EL NIÑO QUE ROBABA ESMERALDAS A SU PADRE…”
Un día, en 1987, cuando tenía 16 años, Elon Musk y su hermano Kimbal aprovecharon que su padre estaba durmiendo para robarle dos esmeraldas. Salieron de casa, y fueron caminando por las calles de Manhattan hasta llegar a la famosa joyería Tiffany’s. Allí, las vendieron. Una, por 800 dólares; la otra, por 2.000, lo que hoy supondría, más o menos, 1.890 y 4.700 euros. Pocos días después, el padre de Elon y Kimbal, Errol Musk, vio en el escaparate que la esmeralda de 800 dólares estaba engarzada en un anillo, con un precio de 24.000 dólares, o sea, 30 veces más.
A Errol Musk no le sorprendió. Tampoco le importó. “Éramos muy ricos. A veces ni podíamos cerrar la caja fuerte. Teníamos tanto dinero que no cabía, y teníamos que acabar metiéndolo en los bolsillos”, recordaba en una entrevista a la web Insider en 2018. Claro que Elon y Errol no se llevan bien. El hijo multimillonario ha calificado a su padre millonario de “ser humano horrible” que ha hecho “casi todo lo malo que puede hacer una persona”. Es curioso, porque, cuando sus padres se divorciaron, Musk, que tenía 7 años, decidió vivir con Errol, en lugar de con su madre, la top-model Maye Musk, que en los setenta fue portada de Vogue, y después una de las caras de la empresa de cosmética Avon. Maye Musk incluso sale en el vídeo de la canción Haunted, de Beyoncé, lanzada en 2013.
Como algunos otros hombres ‘hechos a sí mismos’ de Silicon Valley, Musk viene de una familia muy rica. Su padre tenía una mina de esmeraldas en lo que hoy es Zambia, cuya propiedad adquirió durante una escala en Etiopía en un vuelo en su avioneta desde Londres a Johannesburgo, la capital de la Sudáfrica del ‘apartheid’, en la que el multimillonario vivió hasta los 18 años de edad, aunque, curiosamente, nunca habla del régimen de discriminación racial vigente entonces en su país de nacimiento (tampoco uno de sus mayores socios, Peter Thiel, hoy un destacadísimo donante de Donald Trump, que se crio en Namibia, una colonia sudafricana).
Aunque Musk no se habla con su padre, sí tiene una relación más cordial con otros miembros de su familia. El ejemplo más obvia es Kimbal, al que Elon colocó de miembro del consejo de Solar City, una catastrófica empresa de paneles solares que tuvo que ser rescatada por Tesla, que la compró en 2016 por 2.600 millones de dólares (2.400 millones de e euros) para evitar que suspendiera pagos. Aparte está su vida amorosa. El multimillonario se ha casado cuatro veces con tres mujeres. Entre sus esposas está la actriz británica Talulah Riley (con la que contrajo matrimonio en dos ocasiones y de la que se divorció otras dos) , y la rapera Grimes, con la que está casado aunque los dos viven separados. También ha tenido una relación con la ex del actor Johnny Depp, Amber Heard (que le rompió el corazón cuando le dejó). Tiene cinco hijos con su primera mujer, la canadiense Justine Wilson, y uno, muy creativamente llamado X AE A-XII Musk, con Grimes.
“…COMPRA TWITTER, LA RED SOCIAL DE LOS EMPOLLONES, EN UNA OPERACIÓN SIN LÓGICA EMPRESARIAL…”
Treinta y seis años después de robar las esmeraldas, Elon Musk es más que “muy rico”, como Errol. Es el hombre más rico del mundo, según todas las clasificaciones (aunque no es menos cierto que en esos análisis no se incluyen a gente como Vladimir Putin o el rey de Arabia Saudí, que son en esencia dueños de sus países).
Ahora bien, hay una cosa clara: Twitter no le va a hacer más rico. Aunque tiene 330 millones de usuarios, ésa es una red social pequeña si se la compara con las estadounidenses Facebook (2.910 millones), YouTube (2.562 millones), WhatsApp (2.000 millones), e Instagram (1.400 millones), y las chinas WeChat (1.263 millones) y TikTok (1.000 millones). Los márgenes operativos de Twitter son mucho menores que los de la mayoría de sus rivales, y apenas alcanzan el 5%. La mejor muestra de que la empresa no es ninguna joya es que ha aceptado a la primera la oferta de Musk, que solo ofrecía una prima del 9% sobre el valor de la acción.
Musk pone 17.500 millones de dólares (16.300 millones de euros) de su bolsillo para comprar la empresa. Aparte, Morgan Stanley y otros bancos le prestan otros 13.000 millones de dólares (12.000 millones de euros). Y esos mismos bancos ponen 12.500 millones de dólares más en el capital de la empresa, pero en un crédito que en realidad está avalado por acciones de Musk en Tesla. Si la operación es extraña desde el punto de vista financiero en lo que toca a Musk, lo que se refiere a Morgan Stanley y sus socios la hace difícilmente comprensible. Acaso la razón principal sea tener una buena relación con el hombre más rico del mundo. Hay clientes que, a veces, cuestan dinero. Y, en el caso de Morgan Stanley, que es el banco de inversión por excelencia de Silicon Valley, gozar de la benevolencia de Musk siempre es bueno.
Pero Twitter tiene una influencia en la política y en la sociedad de la que carecen las otras redes. Esa plataforma es la red social de los empollones: profesores universitarios, economistas, sociólogos, políticos, periodistas y, también, de un tipo como Musk que, por más que haya adoptado una estética de estrella del rock, acompañada de un cambio de imagen que haría salivar a cualquier cirujano plástico, es, en el fondo, el típico empresario de Silicon Valley con menos habilidades sociales que un batallón ruso en Ucrania.
“…QUE REFUERZA SU PAPEL DE: A) LÍDER CULTURAL; B) TROLL. NADIE SABE LO QUE HARÁ CON ELLA”
Aunque ha vendido la compra de Twitter como una operación para salvaguardar la libertad de expresión en esa red, el historial de Musk en Twitter se resume en una palabra: troll. Este fin de semana, insultó a Bill Gates por la barriga de éste (Gates no respondió explicando cómo la cara de Musk va cambiando y su pelo va extendiéndose según pasa por el quirófano). En febrero, bloqueó a Jack Sweeney, un adolescente de 19 años que estaba siguiendo su avión privado, después de que el chaval rechazara una oferta de 50.000 dólares (46.000 euros) para dejar de hacerlo. Aparentemente, al hombre que se vende como el líder de la transformación energética hacia las energías verdes no le gusta que vayan contando por ahí que vuela en aviones privados que emiten CO2 como si no hubiera un mañana.
Otras predicciones del empresario han rayado en lo criminal. En marzo de 2020 dijo en Twitter que “probablemente habrá cero casos de Covid en EEUU a finales de abril”. Fue una previsión grandiosa: donde Musk previó cero, hubo 1,3 millones. Musk no solo ha predicho mal el Covid. También ha sido investigado por obligar a los trabajadores de la fábrica de Tesla en California a no respetar las medidas de seguridad contra el virus y así mantener la producción. En esa misma planta, Tesla ha sido condenada por discriminación racial contra empleados negros.
Y es que Musk ha dado su opinión acerca de todo, con la posible excepción de la alineación del Madrid de esta noche. Y algunos de sus puntos de vista son inconsecuentes. Por ejemplo, es un grandísimo defensor – ahora – del libre mercado, y defiende la eliminación del Estado de la actividad económica. No lo fue en 2009, cuando Tesla recibió 4.600 millones en subvenciones del Gobierno de Barak Obama sin los que la empresa nunca hubiera sido viable. Tampoco ha criticado nunca los subsidios en EEUU a la compra de coches eléctricos, que viene a suponer unos 75.000 dólares por vehículo. Su rechazo a los sindicatos en Tesla y la persecución implacable de los empleados que han denunciado prácticas ilegales o cuestionables en la empresa han hecho que Joe Biden nunca haya mencionado la palabra “Tesla” en todas las iniciativas de la Casa Blanca para transformar el sector de la automoción de Estados Unidos. Musk, que, cuanto más rico se ha hecho, más fina se le ha hecho la piel, ha reaccionado a la indiferencia presidencial con furia en Twitter.
De hecho, Musk es un macarra en Twitter, donde llamó en 2018 pederasta a un buzo británico que dijo – correctamente – que su idea de construir un submarino para rescatar a los niños atrapados en una cueva en Tailandia era una estupidez, y que ha sido sancionado por el regulador del mercado bursátil de EEUU, la SEC, por enviar mensajes falsos a los inversores de Tesla a través de esa red social. Unos mensajes falsos que, encima, eran un juego de palabras entre la cotización de la empresa y su tipo favorito de marihuana, el 420. Porque Musk – o, como hace que le llamen, Elon – le da al canuto. Y mucho. Y en público, hasta ha concedido entrevistas a radios en las que apareció fumando marihuana. Específicamente, al podcast del antivacunas Joe Rogan, lo que constituye, en sí misma, una declaración de intenciones.
Los seguidores de Donald Trump piensan que Musk va a dejar regresar a la red social al ex presidente, que fue expulsado de ella por “incitación a la violencia” tras el asalto al Congreso de sus seguidores el 6 de enero de 2020. En realidad, nadie lo sabe. Musk no parece tener ningún plan empresarial para Twitter, más allá de la posible inclusión de una funcionalidad que permita editar los ‘tuits’ una vez colgados. Nadie sabe, por ejemplo, si va a mantener al actual consejero delegado, Parad Agrawal, que solo lleva en el cargo cinco meses. Es imposible saber si tiene un modelo de negocio para Twitter.
Posiblemente ni lo sepa él mismo. Musk es la quintaesencia del ‘disruptor’ de Silicon Valley en el siglo XXI: alguien que lanza sus proyectos, los apoya al máximo por medio de todas las herramientas de marketing que tiene a mano y, entretanto, va buscando cómo hacerlos rentables. Pero así se ha hecho con una enorme cantidad de ‘fanboys’. En 2015, al autor de estas líneas le pusieron de vuelta y media en todos los foros de España por escribir un artículo diciendo que Musk no tenía ninguna intención de construir una fábrica en Valencia, que era una teoría nacida, simplemente, de un ‘tuit’ del empresario. Los seguidores de ‘Elon’ – como le llaman tanto fans como empleados – hasta colgaron mi información personal en LinkedIn, y se imaginaron una conspiración de este periódico para atacar a Tesla y beneficiar a los fabricantes europeos de coches. Han pasado siete años. Y la fábrica europea de Tesla está en Berlín, no en Valencia.
“ES OTRA SEÑAL DEL PODER DE LOS MULTIMILLONARIOS EN EL SIGLO XXI”
En el momento en el que el consejo de Twitter aceptó la oferta de compra de Musk, el patrimonio de éste ascendía a 259.000 millones de dólares (242.000 millones de euros), según la agencia de noticias Bloomberg. Prácticamente la totalidad de esa cifra procede de sus ingresos del fabricante de coches eléctricos Tesla, del que es fundador, accionista, y máximo ejecutivo, aunque oficialmente su cargo es – siéntese, lector – “tecnorrey”.
Esa cifra no sitúa a Musk muy lejos de la persona más rica de la Historia que, presuntamente, sería el creador de la industria del petróleo, John D. Rockefeller. En dólares actuales, el patrimonio de Rockefeller sería de 340.000 millones de dólares (320.000 millones de euros). Es una tarea en la que le ayuda mucho explotar el sistema impositivo estadounidense para no pagar impuestos. Según Morgan Stanley, el empresario va a triplicar esa cifra en solo dos años.
Lo primero que llama la atención de Musk es, evidentemente, su fortuna. Esos 242.000 millones de euros suenan a burrada, porque le permitirían comprar todo lo que se produce en España en, aproximadamente, dos meses y una semana. Y va camino de ser aún más rico. Morgan Stanley estima que podría convertirse dentro de solo dos años en el primer ser humano con una fortuna de un billón de dólares (930.000 millones de euros). La clave es el efecto combinado de Tesla, que vale un billón de dólares, y SpaceX, que no cotiza en Bolsa. La empresa está valorada en unos 100.000 millones de dólares (93.000 millones de euros), pero podría valer el doble en dos años. Para ello tiene dos activos clave. Uno es su servicio de internet Starlink, que provee internet a la Tierra a través de 2.100 satélites, y que es el que Musk usó para conectar a Ucrania a la red. El otro, el cohete Starship, que podría permitir el regreso de hombre a la Luna y, tal vez, el primer viaje a Marte.
Así que tenemos a un chaval que nació multimillonario, convertido en el hombre más rico del mundo, camino de ser el hombre más rico de la Historia, cuyo cargo oficial es “tecnorrey”. También es la persona que en los momentos más duros de la invasión rusa de Ucrania proveyó de internet vía satélite gratis a ese país. Musk ha logrado que Tesla, una empresa que hace apenas tres años estuvo a punto de suspender pagos, se convierta en uno de los líderes del sector de la automoción del mundo, y ha conseguido abaratar de manera increíble los viajes al espacio gracias a SpaceX, donde, al igual que en el mundo del motor, su empresa ha pulverizado a los gigantes que han dominado tradicionalmente el sector.
Su compra de Twitter también refleja un cambio en la economía actual, al menos en EEUU. Allí, los multimillonarios han decidido comprar medios de comunicación, primero, y, ahora, plataformas de redes sociales. Jeff Bezos es el dueño del Washington Post. Laureen Powell, la viuda de Steve Jobs, de la revista The Atlantic. El financiero John Henry es el dueño del Boston Globe, y Patrick Soon-Shiong, de Los Angeles Times. El hombre más rico de México, Carlos Slim, salvó al New York Times de la quiebra en 2009. Antes, los multimillonarios se compraban yates. Pero ahora adquieren medios de comunicación. Acaso con su compra de Twitter, Musk haya hecho, simplemente, lo que los demás, solo que él, como es más rico, lo ha hecho a una escala más grande.
Vía: El Mundo