La línea del #metoo y la seducción es muy delgada.

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Hay mujeres que aún no lo logran distinguir entre lo uno y lo otro; y confunden a un seductor con un acosador.
Pero también hay personajes que aprovechan la ocasión y hacen morder el anzuelo a su presa abusando de la fuerza y su posición.
Casos hay muchos:
Hace años un poderoso Don aprovechaba su cargo para meterle mano a sus colaboradoras. Ninguna se resistió a sus encantos.
Un famoso político azul fue señalado por coger de la manita a la guardia de su edificio.
Un congresista con tuffo a mafioso teme que pronto salgan a la luz las pruebas con las que sometió sexualmente a un homosexual.
Mi historia no es menor.
Conocí a ‘La italiana’ cuando trabajaba de bailarina en un bar, el encuentro fue casual. Un par de miradas y los dos caímos.
Ese día le pagué 7 privados y bebimos 3 botellas de whisky barato.
Quedamos de vernos.
El motivo: apagar el fuego que habíamos encendido.
La invité a comer.
Pero en realidad solo bebimos.
Más tarde terminamos en mi departamento de sonata.
Era una maestra del kamasutra.
Y fue en la posición en la que un macho alfa no puede negar nada, ella me pidió de rodillas que la sacará de trabajar y la convirtiera en una de mis amantes.
Con los ojos en blanco, por supuesto que , dije que sí.
Días después le deje de contestar los mensajes.
No tomaba sus llamadas.
Su respuesta:  comencé a recibir mensajes sicilianos en mis redes.
Del iphone de un amiga logró contactarme: ‘Te espero en 30 minutos en el bar de siempre, de lo contrario te denunciaré por acoso sexual’
Lleve bajo el brazo un as, una oferta que no podría rechazar.
Yo le invité un café, ella sugirió una cerveza.
Yo le ofrecí un trabajo, ella ofreció sus labios.
La oferta de trabajo jamás la concretamos, lo que si construimos fue una tarde llena de sexo loco y pasión desenfrenada.
Ella me confundió con Dios.
Yo la confundí con una reina.
Un motel, una cajetilla de cigarros, un six de Tecate y una pizza, fueron testigos de la charla acalorada. Ella me acusaba de haberla acosado. Yo me defendí y le dije: jamás.
-Tonny, tú me invitaste a tomar un café para ´supuestamente’ hacerme una oferta y terminamos en una maldita cama.
-Tú preferiste una cerveza, como atajo. -respondí-
-Te voy a denunciar –dijo-
-Y si primero lo arreglamos de otra manera –le susurré al oído-
Para entonces yo estaba en un estado de excitación que rozaba con la locura; pero al mismo tiempo tenía la astucia de un zorro.
Le volví a susurrar –anda-
Ella estaba alterada, vulnerable y la menor provocación despertó el paraíso.
Hicimos el amor como la primera vez, con esa pasión que destruye la moral y fortalece los demonios.
Sus gritos se ahogaban en mi boca, cuando bebí de ella su cuerpo se quebró y en la almohada quedaron impresas sus uñas y sus dedos.
Agitada me dijo: Eres un Dios.
Eres una reina –le respondí con la voz entrecortada-
Prendimos un cigarro y de frente al espejo del techo de la habitación, ella volvió al ataque.
-Tonny, insisto, me invitaste a tomar un café para ´supuestamente’ ofrecerme un empleo, acosarme y llevarme a la cama.
-¿Te arrepientes? –le contesté-
Se trepó en mí y me dijo: jamás.
Sin embargo, la habitación olía a soledad y es que hay que aprender a leer los gestos de una mujer cuando se viste.
Ella se fue para siempre y yo le entregué un sobre amarillo con una buena cantidad de dólares que me acababa de dar un político.

 

Mi cuenta en equis: @soprano_tonny
Columna ficción.