México, solo por detrás de Colombia, fue el país más rezagado a nivel educativo a razón de la pandemia del covid, al menos 2 años, respecto de los países miembros de la OCDE, lo que ha comprometido aún más, el desarrollo de la generación Z, que al día de hoy, está prácticamente condenada a ser la generación más miserable de la historia reciente.
Por: Alberto Pacheco
Si bien, todo el tiempo escuchamos datos halagüeños sobre la situación económica en México: poco desempleo, grandes oportunidades, crecimiento, etc. La realidad oculta situaciones alarmantes de las que ningún actor político, ya sea local, estatal o federal, se quiere ocupar.
México, solo por detrás de Colombia, fue el país más rezagado a nivel educativo a razón de la pandemia del covid, al menos 2 años, respecto de los países miembros de la OCDE, lo que ha comprometido aún más, el desarrollo de la generación Z, que al día de hoy, está prácticamente condenada a ser la generación más miserable de la historia reciente.
Empleos precarios, frustrantes y con poco o nulo desarrollo, encima, la gran mayoría de ellos, en condición de informalidad, ya que estos, nos les proveen de prestaciones básicas, seguridad social ni ahorro para vivienda y retiro, encima, les piden habilidades y competencias muy particulares, para terminar haciéndola, de absolutamente todo, para lo que NO fueron contratados.
Por tal motivo y viendo las tendencias del mercado laboral, en las que cobran relevancia máxima, temas como la inteligencia artificial, la programación, diseño, finanzas, entre otros, optan por no continuar con estudios universitarios que no se han adaptado a estas mega-tendencias y en su lugar, toman cursos especializados, estudian idiomas y desarrollan habilidades focalizadas que les permitan tener una mejor y más rápida inclusión en el mercado laboral.
De acuerdo a la ENCUESTA HARRIS, más del 50% de millennials y casi el 70% de centennials, creen que solo podrán ser dueños de una casa mediante una herencia o bien, ganándose la lotería.
Casi el 50% de los millennials mayores (nacidos entre 1981 y 1990), dicen que si pudieran regresar en el tiempo, no perderían 5 años, estudiando la universidad y en vez de ello, hubieran optado por formarse en lo que es realmente relevante hoy en día y tomar más riesgos.
Mientras la generación Z, que prácticamente nació digitalizada, ha terminado de poner el dedo en la llaga, puesto que son quienes han desarrollado el nuevo modelo de la economía digital: creadores de contenido, streamers, influencers, nómadas digitales, Crypto-bros, etc. En los que hay 2 características fundamentales: no dependen de trabajos fijos y estresantes y sin haber siquiera cursado la universidad, facturan cifras que incluso para personas con doctorado, resultan imposibles.
No obstante, estos nuevos rockstars de la era digital, representan solo a una ínfima parte del universo de millennnials y centennials, y por más duro que parezca, todos los demás, sí o sí, tenemos que salir a ganarnos el pan a un empleo normal o por nuestra cuenta, en actividades menos glamurosas que programar desde las Bahamas para una empresa a la cual, ni siquiera conocemos.
Y en medio de estas circunstancias, queda la educación tradicional, que aparentemente, camina mucho más lenta, que las necesidades del mercado laboral actual y futuro y cada vez, ilusiona menos a los jóvenes, como esperanza de un mejor mañana.
Todo lo anterior, ha venido conformando un fenómeno denominado LA GRAN RENDICIÓN FINANCIERA, que no es otra cosa, más que la total resignación de estas generaciones, ante las condiciones económicas que atraviesan y de las que un 81%, creen que no habrá cambio alguno a mejorar, no al menos, durante el periodo que dure su vida productiva.
Por ello, el híper consumo sustentado con crédito va a la alza, porque es la única forma que conocen para vivir y sobrevivir y hacerse de ciertos “lujitos”, como un Iphone, un vehículo, ropa, entre otros.
Este segmento de resignados, solo aspira a hacerse de un patrimonio, en cuanto sus padres pacen a mejor vida, si es que estos últimos, les heredan una casa, que en la mayoría de casos, tendrán que disputarse con sus hermanos.
No aspiran a ningún tipo de jubilación y en vez de eso, se enfocan en vivir el aquí y ahora, dejando muy por de lado, el ahorro, en el caso de los muy pocos que podrían hacerlo.
Han dejado atrás la ilusión de formar una familia y tener hijos, no porque no quieran, sino porque temen a no poder enfrentar los gastos de esta.
Ya no buscan una vida con propósito y de servicio a los demás, les basta que en algún momento, tengan reconocimiento por algo que los vuelva virales en las redes sociales para saciar sus ansias de validación.
Así es, estas son las generaciones que decidieron RENDIERSE –financieramente- y que pase, lo que tenga que pasar.
Nos vemos cuando nos leamos.