¿Regalar flores en el 8M es ofensivo?

Columna de opinión Adriana Colchado (@tamalito_rosa)

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Estamos en vísperas del 8M y ayer, como cada jueves, me eché la sesión completa del Congreso del Estado. Como era de esperarse, las diputadas (y algunos diputados) hicieron varias referencias a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Entre discursos y posicionamientos, hubo una frase que se repitió como mantra: “El 8 de marzo no se celebra, se conmemora”. Algunas agregaron que no quieren flores, que quieren derechos. Y aquí es donde me detengo a reflexionar.

Sí, las mujeres enfrentamos una lucha constante por igualdad, respeto, dignidad y seguridad. Eso es innegable. Pero me pregunto: ¿de verdad estamos en un punto donde recibir flores el 8 de marzo es motivo de ofensa? ¿De verdad estamos reduciendo la lucha feminista a una guerra contra los gestos simbólicos de afecto?

Voy a ser clara: hay mujeres que tenemos el privilegio de no haber sufrido las formas más brutales de violencia, pero absolutamente todas hemos vivido algún tipo de agresión, acoso o discriminación. Nos asumamos o no como feministas, la lucha es de todas. Porque al final del día, lo que buscamos es sencillo: ser escuchadas, reconocidas y, sobre todo, no ser violentadas. Punto.

Ahora bien, volviendo a las flores. No puedo evitar recordar que durante muchos años recibí flores de mi papá cada 8 de marzo. El hombre que más me ha amado en la vida tenía ese detalle conmigo. Y yo nunca lo vi como una ofensa, ni como un intento de invisibilizar la lucha feminista. Al contrario, lo sentí como un reconocimiento, como una manera de decir: “Sé quién eres, sé lo que vales y celebro tu existencia”.

Respeto completamente a las mujeres que prefieren no recibir flores este día. Pero lo que me cuesta entender es la necesidad de hacer de esto una consigna de batalla. Porque, al final, el problema nunca han sido las flores, sino la falta de derechos, de seguridad, de oportunidades. Y sí, históricamente las mujeres hemos recibido flores más que los hombres, pero también las regalamos. Se las damos a nuestras madres, a nuestras hermanas, a nuestras amigas. Y cuando lo hacemos, no es para reducirlas a un objeto decorativo, sino porque nos importan. Entonces, ¿por qué si un hombre lo hace el 8 de marzo, de repente se convierte en un acto reprochable?

Otra cosa que me preocupa es el desdén hacia la caballerosidad en tiempos de mujeres empoderadas. Parece que ahora ser atento o tener un gesto de cortesía es visto como una falta de respeto. ¿En qué momento ser amables y detallistas se volvió algo incorrecto? Claro, es importante marcar límites y exigir respeto cuando nos sentimos incómodas, pero aceptar un gesto de caballerosidad no nos hace menos feministas. Recibir una flor o un cumplido no nos resta derechos, ni nos convierte en traidoras de la causa.

Mi padre, el mismo que me regalaba flores, también me leía cuando escribía en el periódico universitario. Me tomaba en cuenta, me preguntaba mi opinión, me escuchaba. Me dio el mejor ejemplo de cómo debe ser un hombre: empático, respetuoso y presente. Y nada de eso cambió porque me diera una flor el 8 de marzo.

Así que, sí, el 8 de marzo se conmemora. Pero también puede celebrarse. Puede ser un día para la reflexión y la exigencia, pero también para el reconocimiento. Porque al final, lo que queremos no es que los hombres dejen de regalarnos flores, sino que entiendan y respeten lo que significa ser mujer en este mundo. Y si en ese camino nos cae un ramito de rosas, pues que así sea.

Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)