Ayer, se encontró el cuerpo sin vida de Génesis Mei Ling, una niña de 10 años que había sido reportada como desaparecida desde el 12 de enero en Cuautlancingo. Su historia, como muchas otras en este país, tuvo un desenlace trágico y oscuro. Génesis fue hallada en la casa de uno de sus vecinos Luis Ángel “N”, quien presuntamente la secuestró para abusar sexualmente de ella y luego asesinarla.
El caso de Génesis nos duele, pero también nos interpela. ¿Por qué su boletín de búsqueda no alcanzó la viralidad de otros? Puedo pensar en varios ejemplos recientes donde las redes se volcaron para encontrar a personas desaparecidas, como Sheridan Mata, una activista cuya búsqueda fue amplificada desde el primer día, o Marcia Daniel, hijo de una exfuncionaria municipal, cuya desaparición también fue extensamente difundida. Ambos casos resultaron ser falsas alarmas, pero tuvieron una cobertura mediática impresionante, no solo medios, sino políticos y voceros de la sociedad civil lo difundieron hasta el cansancio. En cambio, Génesis no fue una prioridad mediática hasta que su cuerpo fue hallado. ¿Qué nos dice esto?
Hablamos de una alerta Amber, un mecanismo que debería garantizar una búsqueda exhaustiva y prioritaria, especialmente tratándose de una menor. Y con esto no quiero poner ningún tipo de responsabilidad en manos de los medios o los usuarios de redes, pues no la tienen. La culpa recae completamente en el asqueroso feminicida, quienes resulten sus cómplices, y por supuesto, también le toca un poco a las autoridades. Tampoco pretendo decir que estuvo mal que se compartiera tanto otros boletines de búsqueda, a pesar de resultar ser falsos.
La verdad incómoda es que hemos normalizado tanto la violencia y la desaparición de personas en México, que sólo reaccionamos con vigor cuando hay un factor que nos sacude, como una conexión mediática o un video que genera indignación visual. De lo contrario, nos volvemos indolentes. Hemos perdido la capacidad de conmovernos por la simple humanidad de la víctima.
La aparición de Génesis se dio gracias a que la esposa del presunto responsable alertó a las autoridades. Me pregunto si un mayor impacto del boletín de búsqueda habría hecho alguna diferencia. ¿Habríamos encontrado a Génesis con vida si su caso hubiera sido más visible? Tal vez nunca lo sabremos, pero es una pregunta que nos debe perseguir.
Hoy, la familia de Génesis llora una pérdida irreparable mientras vela a su pequeña. Su inocencia, su futuro, todo lo que pudo haber sido, fue truncado. Y nosotros, como sociedad, debemos cuestionarnos nuestro papel en esta tragedia. La indiferencia selectiva es un lujo que no podemos permitirnos en un país donde la violencia contra las mujeres y las niñas es una constante. Es hora de que nuestra empatía no dependa del estatus social o la relevancia mediática de las víctimas.
Por cierto, hay una joven desaparecida, se llama Azucena Guadalupe Alonso Tetla, y nadie sabe nada de ella desde el 13 de enero.