El beso que perseguirá a Claudia Sheinbaum

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No había pasado ni una hora desde que Claudia Sheinbaum había tomado protesta como la primera presidenta de México, cuando ocurrió algo que la marcará para el resto de su mandato. Frente a todas las cámaras y con los ojos de la nación puestos sobre ella, extendió su mano y besó la de Manuel Velasco. Fue un gesto natural, sin duda, uno que claramente no pasó por su mente como una acción de gran trascendencia. Pero lo que quizá olvidó, en medio de la emoción del momento, fue que llevaba puesta la banda presidencial. Se le olvidó que, a partir de ese momento, cualquier gesto sería interpretado como algo más.

Este beso, para algunos, fue visto como un acto de sumisión, un error que parecía contradecir toda la narrativa de su campaña y su promesa de empoderamiento femenino. Pero lo cierto es que fue un saludo automático, sin más intención que la cortesía que muchas veces rige encuentros con amigos. No hubo una intención de mostrarle sumisión a Velasco ni a nadie más. Simplemente, un gesto impulsivo, que en otro contexto hubiera pasado desapercibido. Pero, claro, ahora es presidenta.

La imagen es potente y su trascendencia será aún más fuerte.

Yo he visto ese gesto en muchas ocasiones. He visto a mujeres y hombres besar las manos de sus padres, abuelos y parejas. De mujer a mujer, mujer a hombre, hombre a mujer y también lo he visto de hombre a hombre. Es un gesto de respeto, de cercanía y sí, en ocasiones, de sumisión. Sin embargo, en este contexto y con la investidura presidencial de Claudia, el significado se amplifica. 

El problema, claro, es que Claudia Sheinbaum no es cualquier persona, es la primera mujer presidenta. Y esa investidura trae consigo un peso que hará que cada uno de sus movimientos sea juzgado con una lupa microscópica. Lo que a otros políticos —hombres, claro— se les ha pasado por alto, a Claudia le costará el doble, el triple. ¿Por qué? Porque ella, al ser mujer, representa no solo a sí misma, sino a un movimiento, a una narrativa de empoderamiento femenino. Y en un país tan machista como el nuestro, un simple saludo puede convertirse en un símbolo de rendición.

Recordemos a Andrés Manuel López Obrador, quien también tuvo su momento controversial cuando estrechó la mano de la madre del Chapo. El escándalo fue mayúsculo en su momento, pero, para ser honestos, poco o nada le costó políticamente. Sí, esa imagen le seguirá dando la vuelta, pero no le impidió seguir adelante con su popularidad intacta. La gente justificó su gesto, y muchos dijeron que simplemente estaba saludando a una “inocente señora”. Claro, sabemos que no era tan inocente, pero aún así, no pasó a mayores.

Ahora, imaginemos que Claudia Sheinbaum hiciera algo similar. Sabemos que el costo sería muchísimo más alto. Porque en este país, a las mujeres se les exige el doble, se les juzga más duramente, y se espera que sean perfectas en todo momento. Si algo sale mal en su gobierno —y siendo realistas, en este país, muchas cosas saldrán mal—, será Claudia quien cargue con todo el peso. No se le perdonará, no se le justificará. Y ese beso en la mano será recordado una y otra vez como un símbolo de todo lo que, según algunos, está “mal” con ella.

Es injusto, sí, pero es la realidad. Claudia tendrá que andar con pies de plomo. Cada gesto, cada palabra, cada mirada será analizada, diseccionada y, probablemente, criticada. Ella no tiene el lujo de cometer los mismos errores que otros presidentes. López Obrador tuvo su mañanera para decir barbaridades, para cometer errores y salir ileso. Claudia no tendrá esa misma suerte. Lo que a él se le perdonó, a ella se le castigará con dureza.

Así que, ese beso a Manuel Velasco, un gesto que quizá fue automático, un simple saludo de cortesía, se convertirá en una sombra que la seguirá durante todo su mandato. Porque así es la política, y así es ser mujer en un mundo que todavía no sabe cómo aceptar que una mujer puede gobernar sin que nadie le diga qué hacer.

Querida Claudia, prepárate. Porque ese beso, aunque no fue gran cosa, será algo de lo que te costará desprenderte. Y no es justo, pero tampoco es nuevo. Las mujeres siempre hemos tenido que demostrar más, ser más cuidadosas y, aún así, siempre habrá algo por lo que nos critiquen.

Y, al final del día, es una señal de que aunque hemos avanzado, todavía hay un largo camino por recorrer.

Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.