Historias de Lolita.
El día que fui becaria de un depredador del Yunque.
Un día, con falsas promesas y el perfume del poder flotando en el aire, Gerar me llevó a la cama… Pero esa primera vez fue un desastre: ese poderoso manipulador que me había impactado no duró más de tres minutos.
Ficción
El escenario era común: una oficina que apestaba a cigarro y alcohol, el aspecto del espacio era moderno, con paredes grises tapizadas de reconocimientos enmarcados muy elegantemente, muebles oscuros de cuero, se notaba que ahí había poder y dinero, mucho dinero. Llegué como becaria a esa oficina donde Gerar se sentaba en la silla más grande, un hombre conocido por su influencia y por sus tácticas de manipulación… y en ese momento nunca creí que podría conmigo.
Sin embargo, detrás de la fachada profesional de Gerar, se escondía un depredador. Al principio, eran halagos sutiles, comentarios velados sobre mi apariencia -qué bien te ves hoy, te invitó un café ¿ o te pegan?- y, eventualmente, promesas de ascensos y oportunidades que sonaban demasiado tentadoras. Yo, conociendo la naturaleza misógina de la industria, temía que mi talento por sí solo no fuera suficiente para avanzar, así que comencé a vestir faldas cada vez más cortas, imaginando que tal vez por una vez sería yo la manipuladora, pero Gerar sabía su juego.
Un día, con falsas promesas y el perfume del poder flotando en el aire, Gerar me llevó a la cama… Pero esa primera vez fue un desastre: ese poderoso manipulador que me había impactado no duró más de tres minutos. Después, en lugar de llenar el incómodo silencio con información valiosa o propuestas interesantes, no ofreció más que palabras vacías y temas triviales. Fue una experiencia doblemente decepcionante para servicio como becaria: no solo había sido manipulada, sino que tampoco había obtenido nada a cambio.
Ahí muere pensé. Pero él sabe cómo convencer a una chica.
El segundo encuentro fue aún peor. Gerar, después de beber ron en exceso, no pudo siquiera empezar. Eso claro, lastimó mi dignidad que de por sí ya estaba tirada junto a mi ropa interior, un encaje que compré pensando en él. Luego de eso me juré que sería la última vez, que ya no podía seguir con esta farsa. No había amor, ni pasión, ni beneficios.
Pero cuando intenté cortar los lazos, Gerar mostró su verdadero rostro. Furioso y humillado, intentó besarme a la fuerza, me jaló y me dejó con moretones en los brazos como un cruel recordatorio de su agresión.
Con el corazón herido y la dignidad robada, decidí denunciarlo a pesar de la humillación y el estigma de haber sido amante de un hombre tan vil, impotente y lo peor, yunquista. Y aunque él ya renunció, yo sé que seguiría operando desde las sombras en su cómodo sillón donde solía estar sentado mientras yo… seguiré extrañando a mi adorado Tonny S.
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