Alguna vez la poeta estadounidense, Louise Glück , escribió “Miramos el mundo una vez, en la infancia. El resto es memoria”. Es uno de sus textos más bellos, que lleva el título de «Nostos», una expresión de origen griego que se puede traducir como «regreso al hogar».
El único y verdadero paraíso terrenal es la infancia. Hay quienes creen que el paraíso es una especie de jardín lleno de árboles frutales y con querubines tocando el arpa. No lo sé, pero al menos en este planeta el paraíso está en la niñez.
Yo tengo cinco hijos: Un joven de 19 años -quien hace meses fue mostrado por un periodista al servicio de Barbosa con el fin de atacarme-. Mis otras cuatro hijas son pequeñas -la mayor tiene 15 y la menor 9- , les puedo afirmar que su infancia no ha sido brillante en términos económicos, pero en termino de sueños es tan lujosa como cualquier mansión de Dubai.
Todos los días el desayuno es un martirio y les tengo que inventar los superpoderes que tiene el tomar jugo verde y un par de huevos tibios todas las mañanas (lo siento, no se hacer otra cosa). Aunque después me la aplican y me piden un poco de dinero para lograr sobrevivir al hambre que les da en la escuela durante la mañana a pesar de llevar el clásico sandwichito de jamón.
Cada mañana al ir al colegio cada una me platica lo que espera del día: Desde ganar el partido de volibol, hasta sorprender a su maestra de química o lograr una voltereta mortal durante su clase de gimnasia.
Durante la infancia se nos caen los dientes y soñamos con que un ratón vendrá a dejarnos un poco de dinero.
Creemos que Santa Claus y los reyes magos nos llenan de regalos a pesar de haber dicho algunas mentirillas inocentes durante el año.
Creemos en las hadas y a veces también pensamos que tenemos un par de super poderes.
Pero no todo es felicidad en este paraíso llamado infancia, hay quienes tienen gusto por arruinar la infancia de los niños: Depredadores infantiles que son capaces de bajezas, ya sea para saciar instintos o cumplir venganzas.
Yo seguiré disfrutando a mis hijos. Cuidaré de mis cuatro hijas como se cuida un tesoro. Las seguiré llevando a la escuela y refugiándome en sus sonrisas infantiles que iluminan todo, sin miedo, pues el miedo lo ensombrece todo.